A MI MADRE
¡Partiste tan pronto! Sin hacer ruido,
sólo tenías cincuenta y dos años,
llevaste contigo los finos paños
y nos dejaste solos en el nido.
Tú que eras la fuerza, el constante fluido,
nos dejaste, vacíos ermitaños,
ovejas que escapan de los rebaños,
cariño de la mamá bendecido.
Madre, tú que señalaste el camino,
no pudimos continuar el crucero
porque en aquel funesto diez de enero
renunciaste de tu amado molino.
¿Tal vez escucharemos nuestro sino
recordando tu voz en un bolero?
A MI AMIGO JULIO
Abandonaste, Julio, la corrida,
corazón en un puño, palpitante,
con la plaza aplaudiendo, rebosante,
y con el espíritu lleno de vida.
Quizá tú necesitabas bebida
para paliar el calor sofocante,
que regresarías en un instante,
con el corazón sin ninguna herida.
Querido amigo Julio, compañero,
ya nunca más tu voz escucharé,
tengo un gigantesco vacío en mi alma.
Tú siempre fuiste mi mejor barquero
que conversó conmigo con gran calma,
lindos recuerdos que no olvidaré.